Salí de la sala odiando Cuestión de tiempo por lo fácil que se le fue a Richard Curtis (guionista de Nothing Hill, Cuatro bodas y un funeral y las dos pelis de Bridget Jones; director de Actually Love) el giro de tuerca grandioso, agridulce, borgiano, que hubiera salvado del desbarranque a este lamento de película. Intento resumir: Tim es un pelirrojo desabrido y simpático, su familia vive en la costa del Reino Unido: tiene una madre de amabilidad brusca, un padre que dejó de trabajar a los cincuenta años y se dedica a jugar ping pong, la hermana loca de piernas blancas y larguiruchas, y un tío obeso, caricatura de gentleman, soltero, despistado, casi autista, que siempre está pensando en otra cosa. Cuando Tim cumple 21 años, el padre le cuenta un secreto, y es que todos los hombres de la familia pueden viajar al pasado. El padre advierte que no se pueden hacer viajes para matar a Hitler o cogerse a Helena de Troya, pero sí regresar a momentos de la vida personal y «corregir» torpezas de conducta que arruinaron o frustraron eventos importantes. Tim aprende a usar su súperpoder y así logra ligarse a la dulce Mary, una Rachel McAdams menos rubia que en otras pelis pero con un bonito fleco indie. Esto ocurre hacia el primer tercio de la peli y el resto es una crónica empalagosa y sin reveses dramáticos de una boda con lluvia, hijos rubios y adorables, fiestas de familia y frases para muro de facebook.
Entre todo esto, un punto de interés: Tim viaja al pasado para corregir los desastres sentimentales de su hermana, pero entonces su hija, que era rubia, se vuelve morena. El padre le dice que el único riesgo de viajar al pasado es que trastoquen de tal manera los eventos de la vida que después encuentre presentes paralelos (lo que sabe todo espectador de ciencia ficción que se respete). Por eso, la regla que tiene el padre de Tim es: se vale viajar al pasado, pero no a uno anterior a que nazcan los hijos, para no arruinar la descendencia. Tim entiende y corrige. La niña de pelo negro vuelve a ser rubia (así de fácil cienciaficcioneros, no hagan olas, es una comedia romántica, tranquis, pues).
Las frases de facebook siguen, la cara dulce hasta el borde del coma diabético de Rachel McAdams se mantiene, se va esbozando la moraleja de comedia romántica: vivir cada día como si fuera perfecto y pleno, aun con sus errores; mejor el presente pródigo en estímulos imperfectos, que las correcciones ociosas sobre lo que se debió haber hecho y nomás no. Y por ahí acaba la película y pueden salir de la sala maldiciendo la ñoñez y reclamando el costo del boleto en la taquilla, eso hice yo.
Pero entonces quedó suelto el hilo del tío D, caricatura de gentleman soltero, despistado, casi autista, siempre pensando en otra cosa. Curtis solamente lo usa para gags en los que incomoda a la familia porque no ubica cuándo se casó uno u otro, quién es hijo de quién, si los personajes siguen vivos o muertos, si lo que ocurrió fue ayer o hace quince años. Y justo ahí está el nudo que hubiera hecho a la película impresionante: antes se dijo que todos los hombres de la familia pueden viajar en el tiempo. ¿El tío D viajó? ¿Y se quedó soltero para poder seguir viajando, sin poner en riesgo ninguna descendencia? ¿Y qué tal si su despiste, su torpeza, su incapacidad de relacionarse con los otros, proviene de los viajes constantes, y la revisión cotidiana y las correcciones consecuentes le han confundido memoria y presente y lo han convertido en un triste fantasma? Y ahí es inevitable pensar en «Los inmortales» de Borges, esos «hombres de piel gris, de barba negligente, desnudos» que como dice el cuento, «participábamos de universos distintos; (…) nuestras percepciones eran iguales, pero (…) Argos las combinaba de otra manera y construía con ellas otros objetos; pensé que acaso no había objetos para él, sino un vertiginoso y continuo juego de impresiones brevísimas.»
Ahí sí que dan ganas de viajar en el tiempo para corregirle la plana a Curtis, hacerle ver que en el tío estaba la clave de la película, que su presencia brumosa, fatigada y confusa de corregir recuerdos, habrían hecho contrapeso a la tesis entre superacional y new age -es comedia romántica, ni modo- de plantarse con pies firmes en el presente, en vez de perderse revisando lo que ya se vivió, lo que bueno o malo (y capaz más importante lo malo) ha cimentado la vida de los personajes, de quienes vemos a los personajes.
No me regresaron el costo del boleto de la peli. No hubo forma de viajar en el tiempo para recuperarlo.