1. Una película de Woody Allen no se mira como cualquier película, se mira como película de Woody Allen. Eso quiere decir: es tan buena como Manhattan, menos insufrible que Anything else, más divertida que Balas sobre Nueva York, lo mejor desde Match Point. Hay un universo Allen autosuficiente, semejante al universo Disney o el universo Star Trek. Además de que todos los protagonistas de Woody Allen trastabillean los diálogos igual.
2. La consigna ociosa: decidir si Jasmine Blue es tan buena, más buena o menos buena que Match Point, el punto más alto de Woody en la última década. Que también es la década del Woody Viajero, que ha consistido en trasladar los temas que-ya-se-saben a paisajes de Londres, Barcelona, París, Roma, y que se ve tan sospechoso como cuando el elenco del Chavo del Ocho hacía sus especiales en Acapulco. Que el viaje parece terminar cuando se llega a la Costa Oeste de Estados Unidos, como si se hiciera un caminito que llevara de regreso a la Gran Manzana. ¿Qué le da San Francisco al universo Allen?
3. El Woody clásico que retrataba a las clases artísticas e intelectuales ha sido sustituido por un cronista poco clemente de las clases altas, probablemente porque sus temas -la educación sentimental contemporánea, la metarreflexión que deviene absurdo por lo silvestre de la interacción- se han trasladado del anquilosado artista y pensador hacia el empresario neoliberal que construye su bagaje intelectual desde los catálogos de vinos y viajes. Con consecuencias ridículas: la filosofía y el arte, antes objetos de conocimiento, ahora son barniz para individuos fatuos, urgidos de legitimidad.
4. Jasmine debe ser de las creaciones más patéticas de Woody Allen, gallina vieja sin atributos. Desde que en el vuelo de Nueva York a San Francisco le cuenta la historia de su vida a una atribulada anciana se evidencia una frivolidad ramplona a la que le urge vestirse de linaje. No hay mucho de auténtico en esa historia urgida por ostentar casas, muebles, ropa y bolsos de marcas auténticas. Más cruel: hay un personaje de enorme fragilidad que debe remontar sus impericias con más tropiezos que certezas de quién es ella misma. Los fraudes del esposo ultramillonario que llevaron a Jasmine a la miseria la sitúan en una realidad improvisada. Lujo improvisado, clase improvisada, orgullo improvisado. Woody no le hace a la política pero sí a la socarronería: los capitales que tan bien lucen en las revistas del corazón son tan precarios como las tribulaciones de sus personajes setenteros, atrapados entre religión y sexualidad.
5. Pero también es precaria la vida de la hermana de Jasmine, Ginger, divorciada y con dos hijos, con un novio rústico y guarrón, y un estilo de vida reducido a sacar la chamba de cajera y beber cerveza frente al televisor. Ni siquiera existe la apuesta de crear el elogio de la vida simple contra la mundana: este San Francisco de empleos mal pagados y falta de gracia espejean amargamente el Estados Unidos que dejó Allen durante esta década que anduvo de turista: crisis económicas, burbujas financieras, preponderancia del talk show sobre las entelequias de diván, para Allen es difícil regresar a los personajes multidimensionales (esa belleza de sutilezas que eran Eve y Pearl en Interiores) porque la sociedad se ha simplificado a niveles rústicos, caricaturas del glamour o de la depauperación clasemediera.
6. Eso no quiere decir que Jasmine o Ginger, las hermanas que llevan el peso de la película, no tengan reveses dramáticos, matices en su conducta y la sabrosas contradicciones y debilidades que tanto le gustan a Woody Allen: ocurre que la visión del director ya no puede elaborar el candor o el entusiasmo de épocas pasadas. Capaz y por eso sus últimos títulos tienen más farsa y gags que tesis complejas. El Woody Allen de los 2010 es escéptico, ya no cree en la redención de sus personajes. De ahí que el argumento sea un constante trastabilleo hacia la decadencia. La oportunidad de nuevos romances para las hermanas sólo sirve para remarcar la incapacidad de redondearse como personas: inconsistencia de carácter, vergüenza por el pasado, fragilidad en sus recursos. Los personajes del último Allen no viven, sobreviven a los reveses de la trama.
7. Woody Allen es director de elencos; por supuesto que luce el protagonismo de Cate Blanchett como la carnavalesca Jasmine, pero para eso necesita la perfecta sincronía de actores oficiosos y eficaces: Sally Hawking como Ginger, elevando a la Chimoltrufia a niveles incluso sensuales, Alec Baldwin como un esposo-sombra que sin embargo tendría que darle sentido a la ridícula Jasmine, Bobby Cannavale es un lujo como novio bocafloja de Ginger, y el resto danza con la solvencia del común de los elencos de Allen: gags a tempo, diálogos que tropiezan, retahíla de ingenios para disfrazar la feliz vacuidad.
8. Una pena no poder comentar el spoiler final que da sentido a la película. Pero Jasmine sola, devastada, y sin embargo orgullosa de sus acciones, canturreando el Blue Moon que acaso dé sentido a su existencia, parece querer decirle algo a la ingenua Cecilia que acude al cine a ver La rosa púrpura del Cairo. Música, cine, el arte en algo salva. O embauca. Al menos hace mirar a los personajes de Allen a lontananza, a un espacio más sugerente que ese en el que viven.
Le di click a la liga de Nora sin fijarme a dónde iba, nomás porque el previú de dos renglones me gustó. Leí la reseña completa y dije «qué bárbaro, qué bien escribe este vato», y sólo entonces me fijé en las letras grandotas, tanto que ni se ven, que dicen que son las opiniones del rufián melancólico. Y entonces díjeme: «wow, méndigo Carlos, qué bien escribe». O sea, ya lo sabía, pero no es lo mismo leer sabiendo que lees a un amigo que leerlo primero y caer en cuenta después. Y nada, que creo que deberías ya terminar alguno de esos proyectos literarios y dejar que te leamos más (aunque, ya sé, vas a salir con algún chiste cínico para evadir la solicitud…) 😉
A mí sí me gusta Anything else. 😦
Sobre la película: A mi me gustó incluso más que Match Point o VCB, lo único que le reporcho/me intriga es la elección de San Francisco. SF era una ciudad para retratar, desde lo urbano y desde lo social, y Allen tan dado a homenajear ciudades lo hace poquísimo.
Sobre tu comentario: Deacuerdo con casi todo, me gustó mucho lo de «barniz de individuos fatuos».
Querido Rufían. Dos premisas: una, de acuerdo con Raquel Castro; nos topamos por casualidad con el link del Rufían melancólico para luego recordar que se trata del buen amigo Carlos y decir, ¡qué bien escribe este vato!
Y dos. Siento estar en perfecto desacuerdo contigo. A mí me pareció lo mejor de Woody desde Match point; incluso recordé con nostalgia que extrañaba el Manhattan-type-of-movie. En efecto, no le atinó a San Francisco como locación pero desde los personajes, las actuaciones y las introspecciones, me encantaron.
De todos modos, te quiero, Heisenberg.