Archivos Mensuales: enero 2017

El priismo como estrategia

 

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Con todo este tema de las renegociaciones del TLC y la construcción del muro de Trump, estaba redactando un post emocional y reflexivo sobre mi poca empatía con los souvenirs yanquis, cuando en El Universal apareció este artículo de Ricardo Raphael que me emocionó: El viaje es una trampa. Más o menos dice que Donald Trump es una persona de naturaleza impaciente, y que le urge ostentar lo antes posible su poder y violencia. Quién sigue su ritmo (y no es fácil no hacerlo, dado el talento de la provocación), pierde. Pero si se demoran sus tiempos, si se frenan los procesos («Tortuguismo en los encuentros y las conversaciones. Morosidad. Lentitud», dice Raphael), el tempo de Trump pierde virulencia y hasta entonces sí, sería posible negociar.

Además de parecerme un artículo astuto y mal portado, me divirtió leer algo semejante a una estrategia de futbol. Décadas atrás, César Luis Menotti describió cómo debía jugar la Selección Mexicana: sin pases largos, sin individualidades virtuosas, mejor triangulaciones, cascareos, cabuleos, desesperar, aburrir al contrincante, y hasta entonces sí, hacer lo suyo. Se me ocurrió otro ejemplo mexicano, poco digno pero efectivo: el estilo priista de dialogar.

Que es fundacional: bien se sabe que el PRI se creó para que los generales revolucionarios no se siguieran matando. Contra las balaceras compulsivas impusieron la disciplina; privilegiaron el  apoyo monolítico sobre el disenso; y, sobre todo, aprendieron a resolver problemas desde la distensión. «Deja que se enfríe», es el gran recurso priista cuando dijeron una burrada, cuando aparece la foto del diputado con la muchacha de poca ropa, cuando se evidencia una curricula de despilfarros y sainetes. Así se han enfriado escándalos de personajes tan variopintos como los Duarte de Veracruz y Chihuahua, los Moreira coahuilenses, el intocable Romero Deschamps y media centena más.

Desde el priismo, una confrontación se resuelve dándole vueltas, retrasándola, entorpeciándola con retóricas pseudocientíficas y sociológicas, frases opacas que tienen más intención del atarante que de la comunicación. La «consulta con las bases», las «profundas convicciones», los «análisis a fondo», «los tiempos de los procesos», no tienen más propósito que aletargar y enfriar el impulso adversario. Así educó el priismo el dedo en el gatillo. Y este recurso evolucionó a las oficinas de gestores, cubículos de servicios, ventanillas de atención y módulos de quejas.

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Cuando el iracundo se transforma en fastidiado (en medio de eso una cubita, el cigarrito, acomódese en ese sofá mientras le atienden, cuando arruga el ceño tiene una expresión como la de mi papá), el priista dialoga. Con poco tiempo porque qué bárbaro, cómo se nos fue el tiempo, acuerdos rápidos y: ¿estamos bien? Gusto en haberte saludado. Es común que el querellante salga aturdido de entrevistas, comidas o citas, con el flaco consuelo de creer que ha sido escuchado, y esa vaga aspiración rulfiana: si me escucharon, es posible que algún día me resuelvan.

Estas estrategias de dilación se han extendido a sitios de trabajo, relaciones familiares, discusiones de parejas y grupos de amigos. Los extranjeros se quejan de nuestros ahoritas y ratitos, unidades de medición del tiempo que hubieran desquiciado las relatividades de Einstein. Con el tiempo se han unido versiones más sofisticadas: «estamos en junta de revisión», «pequeña demora en el Periférico», «salí hace diez minutos, ya casi estoy allá», «mereces alguien que vaya a tu ritmo», «ya va a salir el cheque, una firmita y ya».

¿Podría el pragmático, impulsivo, de Donald Trump, lidiar con una estrategia así? Tengo claro que tampoco hay mucho de qué enorgullecerse. Pero si hubiera que pelear con los recursos propios, no sé cómo Peña Nieto, en vez de mandar a Washington al ansioso aprendiz de canciller Videgaray, mejor no optó por un ejército de juventudes priistas, revolucionarios, retóricos, asertivos. Acompañados de veteranos de la Reforma Agraria. Más sabe el diablo por viejo, y esas cosas que ellos saben decir tan bien.

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18 mujeres que deben de salir con un emprendedor

perfiles-de-consumidores-pareja-hipsterMe he vuelto receloso de las listas porque les hago mucho caso; no debería confesarlo pero suelo darle copy-paste a las 10 Formas de Ser Feliz, los 15 Tips Para Mostrar Seguridad y las 20 Oportunidades Para Ganar Dinero, consejos que con el tiempo me han hecho más desgraciado, inseguro y pobre, no necesariamente en ese orden.

Después aparecieron los blogs-pensamientos —no se me ocurre cómo llamar a esta versión cibernética de los pergaminos del metro Balderas— sobre por qué debes enamorarte de una mujer que lee, después de una mujer que no lee, después de una mujer que a veces lee y a veces no, y las variaciones se hicieron tan infinitas como ocupaciones, gremios y vertientes de pensamiento de la corrección y la incorrección política: de post en post hemos ido aprendiendo que no hay nada mejor que enamorarse de ingenieros, comunicólogos, actrices, astronautas, trabajadoras sociales, amantes de los perros, de los gatos, de los cuyos, de los hermanos mayores y los hermanos menores, de blancos, negros, orientales y todo lo que pueda caber en un videoclip de la inclusión. Los hermanos de en medio, por ejemplo, no.

Entre estas formas de sabiduría redsocialera, se me aparecieron las 18 cosas que debes saber antes de andar con un emprendedor. Yo siempre he admirado a los emprendedores porque son sonrientes y se peinan con estilo, porque tienen respuesta para todo y saben qué tipo de zapatos usar, cosa en la que también me he sentido incapacitado. Corrí a leer y a enterarme, no que pudiera emular a tan dinámicos personajes, pero sí aprender cómo es la vida cuando Pierdes El Miedo y Amas Intensamente Lo Que Haces. Y que encima, y por eso, las chicas se vuelven locas por ti.

Según el artículo, los emprendedores leen sobre negocios y desarrollo personal porque les gusta ser mejores personas. Siempre piensan en dinero pero porque es una estrategia que los ayuda a ser mejores personas. Tienen su tiempo perfectamente planificados y no lo desperdician en cosas «que no sean disfrutables o productivas» (ahí entra mi angustia de que quizá no leerán este blog). Viven para conseguir metas que los hacen mejores personas. Trabajan mucho más del horario de oficina  con tal de perseguir su sueño, como cualquier oficinista promedio, pero con la diferencia de que eso les ayuda, claro, a ser mejores personas. No les gustan las personas flojas (amargo aceptarlo, pero en 2017 seguimos existiendo las peores personas) y lo siguiente da pereza seguirlo glosando, excepto los puntos que se refieren al amors, que era de lo que se trataba este post emprendedor.

Según entendí, lo que buscan estos muchachos es alguien que: 16) les recuerde que hacen demasiado (y los proteja del burnout); 17) que sea buena para cuidarlos, darles su espacio, perdonarlos y divertirse y 18) que sepan que a pesar de todo lo anterior, el emprendedor piensa en su pareja. «Tu amor y dedicación significan más para nosotros de lo que podrías imaginar», remata el artículo como verso de britpop.

En el ocio que me permite no estar tan apurado persiguiendo mis sueños, hice inventario de novias-amantes-ligues que se hubieran aventado el paquete de seguirme el paso emprendedor. Imaginé la mirada comprensiva de una, la voz de aliento de otra, los post-its en los pizarrones de corcho que garrapateó alguna más. Acepto que volví a enamorarme un poco de todas y cada una de ellas, pero ninguna logró terminar el cuadro (sorry, chavas, si alguna de ustedes todavía me lee). Y mientras sus modestos esfuerzos se iban difuminando, una presencia se hacia más y más definitiva. Que me confortara porque ya hice demasiado, que me cuidara, me perdonara, me divirtiera y supiera que es importante mi escaso amor y dedicación… pues mi mamá.

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Pienso que sólo mi mamá aguantaría mis lecturas empresariales y se abstendría de decirme que no mame, que qué hago con otra biografía de Steve Jobs; que sólo ella me tendría paciencia para escuchar mi proyecto laberíntico de apps y redes que nunca se sabe cómo pero logran cambiar el mundo, que me vería reguapo dando ted talks sobre el cúmulo de aprendizajes que he tenido, y que me llevaría cafecito con leche en las trasnochadas de pergeñar modelos de negocios con una sonrisa indulgente y pantuflas.

No podría imaginar otra mujer, que no fuera una madre, capaz de aguantar el narcisismo tan mesiánico, autosustentable y frágil de un emprendedor. Cuando oreé la idea en tuiters alguien me sugirió como equivalente posible a una chica high maintenence. Un foro de Word Reference me la describió como «‘exigente’ con connotaciones de neurosis». De inmediato se me aparecieron los instagrames compulsivos de platillos caros, hoteles caros, amaneceres caros y vidas simples caras. Entre los perseguidores de sueños y las ganas de vivir plenamente (pero caro), todo empezó a hacerme sentido.

También me dio la urgencia de hallar un artículo de cómo enamorarte de los que luego nos fatigamos de perseguir nuestros sueños. O como luego pongo en tuiters: de los que estamos chupando tranquilos.

 

 

 

 

Las crisis económicas son un palimpsesto

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En México vivimos las crisis económicas como palimpsesto. Así se le llama a las escrituras que se borran y luego se reescribe sobre ellas, después el lío viene cuando los arqueólogos o filólogos deben decidir qué escritura rescatar, si la que está en la superficie o la que se escondió por razones religiosas, políticas o sicalípticas.

El palimpsesto se encuentra en los hogares mexicanos antiguos, los de la gente grande que congrega hijos, nietos, yernos y nueras de los hijos y los nietos. En estas casas, en las que suelen festejarse las navidades o se quedan a dormir los parientes desempleados o recién divorciados, lo mismo hay sillones cursis de tiempos del milagro mexicano, que horrorosos comedores coloniales comprados en el mercado de San Ángel en los ochenta, que tocadiscos de elepés, que computadoras de escritorio anteriores y posteriores al pentium, o ataris, nintendos y playstations con sus respectivos cartuchos. Todo crea una especie de capas geológicas porque nada se tira, no vaya siendo que con la nueva crisis se necesiten.

Las crisis económicas no se resuelven, se acumulan y uno se acomoda a ellas como Dios le da a entender.

No recuerdo la devaluación del peso de 1976, que rompió el cambio fijo de 12.50 pesos por dólar y lo elevó hasta los casi 28 pesos. Según entiendo fue una crisis moral, pues tambaleó el supuesto Milagro Mexicano que tanto se cacareaba. También le añadió una raya más a la decadencia del presidente saliente Luis Echeverría, a quien se le tenía inquina por historias como los halconazos de 1971, su trato agreste con los empresarios o el desmantelamiento del periódico Excélsior. Mi Primera Devaluación 76 fue un ensayo de rumores, supervivencia y especulaciones. Un día de campo comparado con lo que se vino después.

La crisis del 82 sí la recuerdo, con resonancias míticas y simbólicas, pues me tocó de niño, cuando se quiere entender el mundo y se descubre que los padres y los tíos no son tan infalibles como la estabilidad económica les permite fingir. Antes de ella hubo una bonanza artificial que pareció noche loca de brandy San Marcos y José José cantando en El Patio. Los yacimientos petroleros estuvieron a punto de volver potencia mundial al país y vienen préstamos para explotarlos, el presidente José López Portillo acuñó esa frase tan promisoria de Aprender A Administrar La Abundancia y vienen más préstamos para más desarrollo, y el derroche y la fiesta fueron tan esplendorosos y los préstamos tan constantes, que cuando menos nos dimos cuenta se nos pasó una factura brutal. El dólar se fue de los 22 a los 70 pesos, los empresarios huyeron con sus dineros, el gobierno declaró la moratoria de pagos y la deuda externa paralizó al país.

En su informe de gobierno, José López Portillo logró una pieza del histrionismo criollo que sigue causando tanta indignación como regocijo. Su «ya nos saquearon, no nos volverán a saquear», limpiándose las lágrimas con impotencia y nacionalizando la banca de refilón, debe ser de los momentos más apantallantes de la historia reciente de México. Lo que no había apreciado en el video: la cara de espanto del próximo presidente, Miguel de la Madrid.

No estoy seguro de que hayamos salido de aquella crisis de 1982. Debe ser que la recuperación fue lenta y agobiante: todo el sexenio de De la Madrid y al menos un tercio del de Salinas. Y ahí sí, los mexicanos entramos en una capacitación intensiva de segundos empleos, subempleos y empleos informales: toda esa colección de puestitos y servicios de vieja escuela que ahora conocemos con los términos sofisticados de free lance y emprendedurismo. Con la crisis del 82 aprendimos a vender pancita los domingos, a poner inyecciones y XV años, a llevar catálogos de Avón y Jafra a la oficina, a hacer tandas desesperadas para los útiles escolares de los hijos.

La crisis de 1982 pareció aliviarse cuando el equipazo de Salinas renegoció la deuda externa y le dio oxígeno a la economía mexicana. Para poner al país más bonito se le quitaron tres ceros a la moneda -y se escondió la inflación bajo el membrete fashion del Nuevo Peso- y hasta se trajo a Rod Stewart a Querétaro, para darnos lustre primermundista. Ya sabemos que todo se fue al garete con el error de diciembre de 1994, que se resolvió gracias al préstamo de Bill Clinton a Zedillo y a que a los mexicanos nos enjaretaron el Fobaproa que rescató a los banqueros.

La crisis del 94 la viví como poeta maldito y apenas me enteré de ella, todo era alcohol y libros y romances contrahechos, pero tengo claras montón de historias de embargos, casas en remate y chatarrización de los otrora lujosos autos noventeros. Ahora que lo pienso, parecería que las crisis económicas sirven para estratificar generaciones. Yo sentí más la del 82 como otros no olvidan la del 94-95, y algunos más insisten que eso no fue nada comparado con el catarrito de 2008, cuando llegó el coletazo de las subprimes.

La narrativa de las crisis también se ha hecho ambigua: el dramatismo de la vieja devaluación (secretario de Hacienda con rictus cejijunto y voz pastosa de quien está quemando su carrera política) se ha transformado en un comunicado discreto de depreciaciones constantes, que le quitan teatro a las crisis y las convierten en persistente chinga cotidiana. Gracias a eso la tragedia contemporánea de la paridad peso-dólar, que pasó de los doce a los 22 pesos, se resuelve en alguna gráfica nerviosa que pretende ser más pop que lúgubre.

¿De verdad podríamos asegurar que salimos de las crisis del 82, 95 y 08? En lo que se intenta una respuesta aparecen nuevos personajes siniestros, como temporada de serie de TV que insiste en llevar la catástrofe al absurdo. Los recientes gasolinazos, Trump, el aprendiz Videgaray y el muro fronterizo que no pagaremos hasta que lo paguemos, va obligando a añadir anécdotas al palimpsesto: ahora, en la casa de los padres y los abuelos, se acumularán viejas laptops, smartphones de pantallas opacas, redes sociales percudidas de consejos y lemas para sobrevivir a  la nueva y cada vez más impactante crisis.

«Al fin y al cabo que ya estamos curtidos».

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El estupor del Mono Satírico

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¿Recuerdan el cuento de Monterroso del Mono Satírico? Este mono quería caricaturizar a los animales que vivían a su alrededor y decidió asistir a sus fiestas para entender sus comportamientos. Pero se hizo amigo de sus objetos de estudio. Por eso, cuando se decidió a escribir sobre ellos, descubrió que ya no podía decir gran cosa contra las urracas ladronas, ni contra las serpientes oportunistas, ni contra las abejas emprendedoras, ni contra las gallinas promiscuas: conocía tanto a todos, se habían vuelto tan cercanos, que le era imposible afilar pluma y lanzarse a desfacer sus entuertos.

Algo semejante le ha ocurrido al redactor de este polvoriento blog: interesado en describir la condición humana de los 2010 ha querido chacotear sobre:

  • La ingenuidad de los estartuperos, que persiguen su sueño tal y como lo aprendieron del Profeta Jobs y como lo refrendan legiones de atalayas del Ted Talk, sabios desde la intuición de sus pantallas táctiles, que relajados e irreverentes han decidido Agregar Valor Al Mundo. Ya me andaba por describir su emoción genuina mientras se lanzan a transformar su realidad, con esa fotos donde rescatan cervatillos y ceramistas de Huatulco, pero sus ojitos brillantes y sus caritas empapadas me parten el alma y prefiero entenderlos, abrazarlos y decirles que todo va a salir bien.
  • Luego vino la compulsión feminista, la revolución que deviene dogma para derrotar al heteropatriarcado y de paso traer en finta a los onvres y sus fragilidades; recitar el florilegio de dichos y dichas que neutralizan reparos o disidencias, tengan sentido o no. «Antes de discutir ponte a leer»; «llevas muchos siglos de hablar, ahora escucha»; «harta de verte pontificar desde tu privilegio», «no me hagas mainsplaning»; «cierra las piernas»; «no me hagas gaslighting con la luz de mi desprecio». Y uno se va a la cantina a quedarse callado y sigue la confrontación-deconstrucción en reversa: «¿no piensas decir nada?»; «¿cómo quieres deconstruirte si no dices nada?»; «¿Así se comporta un onvre?». Pero ya engolosinado con el tema recuerdo que el 87.46% de las muchachas con las que quiero chingarme un mezcal andan dándole a temas semejantes, de modo que hay que entrarle con paciencia a la autoexploración micromachista y entender cómo se le hace ahora para dejarse querer.
  • Acogotan mucho más los columnistas académicos, Politólogo, Financiólogo, Opinólogo made in CIDE, y su fatuidad omnisapiente con la que retrucan cualquier aseveración del vulgo -el hombre de a pie, se dice, condescendiente-. y aseguran que la Universidad de Stanford puso a pelear a cinco micos contra cinco cuyos y tras haberse masacrado (y antes de que llegara Greenpeace a protestar), descubrieron que de verdad no nos está llevando la chingada, que la resiliencia permite aguantar más chingadazos, los gasolinazos de hoy, los desempleos de mañana, las jetas rozagantes de Macri y Peña Nieto, las pretensiones de poder de Magdalena Zavala o Ricardo Anaya.
  • Pero quienes más conflictúan son los sitios que se han chupado lo mejor del talento de los blogueros veteranos para transformarlos en aburridos redactores de listas: «27 Lugares Que Debes Conocer Antes De Llegar Al Climaterio», «17 Comidas A Las Que Debes Ponerle Salsa Valentina», «Por Qué Es Mejor Casarse Con Una Autoviuda»; compilado de ocurrencias que buscan que la gente ría, llore, aplauda y realice el acto más importante del ser humano del siglo XXI, aquél que les da trascendencia y los convierte en hombres y mujeres de su tiempo: el acto autónomo y emancipador de dar un click.

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Quienes usamos redes sociales y ya aprendimos a ponerles filtros a nuestra papadas, estamos debidamente condicionados por impulsos emocionales elementales. Nos sentimos abatidos, fervorosos,esperanzados o acomplejados por el cúmulo de deberes que se nos inculcan desde las listas, los consejos y las advertencias del contenido basura, consecuencia alborozada de aquella apuesta ingenua que fue el viejo blog. En ellos buscábamos generar lazos genuinos antes de que se llamara engagement; pretendíamos ostentar inteligencia, sensibilidad o empatía, porque en el fondo (no nos hagamos) queríamos tomar cervezas con alguien, tener sexo con otro alguien o debrayar ideas absurdas con algún alguien más; después, los sitios con SEO convirtieron nuestra miseria humana en señuelos aspiracionales para que el cliente suelte el cheque. Antes había comunicaciones imprecisas, contradictorias, que también improvisaban ideas, divagaciones, intuiciones; ahora se han transformado en dos renglones de redacción inocua para que el seguidor orgánico pueda leer mientras se balancea en la ruta del metrobus, para boicotear la productividad en la oficina, para paliar las mañanas desesperadas del ama de casa moderna; cápsulas de procrastinación para enfermos de desidia, clickeadores abúlicos que canjearon lo incómodo de las especulaciones por un sistema de promesas (buen sexo, inteligencia cautivadora, compañía amable, menú sorprendente en un destino de ensueño).

Ahí es donde este mono satírico se ha quedado boquiabierto y cariacontecido, sabe que su blog adolece del arte de la síntesis o de una red de relachonchips que lo lleven a pasear en globo, tampoco le salen muy bien las listas para mejorar la vida en pareja (en realidad es muy malo para tener vida en pareja), ni hace análisis con datos tan comprobados como comprobables, de los que se pergeñan en una moleskine (también por eso no se ha comprado ninguna moleskine). Sólo sabe insistir en dos que tres necedades: consignar lo que su jugo gástrico o la comezón de sus pies le urgen: los cánones de belleza requeridos para poder pedir un late chai deslactosado, el miedo al vecino que cobra el mantenimiento o a la insidiosa gentrificación que se cierne alrededor.

Como el de Monterroso, este mono satírico también se ha ido volviendo aburrido en su estupor. Su única salida sería buscar tutoriales para dedicarse a la Mística y el Amor.  Capaz regresa cuando se acerque el centenario de Rulfo. Arremeterá contra herederos y autoridades con saña rencorosa, candorosa, como si se le fuera la vida en ello.

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