Archivos Mensuales: marzo 2017

Lo que La la land ganó cuando perdió

c5ppwy2vaaigldtMe intriga el rostro de Damien Chazelle, al fondo del foro, mientras se arregla el desmadre del Oscar a Mejor Película que ganó y después no, su película La la land.

Pocos minutos después subirá al escenario la producción de Moonlight, entre ellos Barry Jenkins, director y escritor de la conmovedora historia de Chiron, el afroestadounidense gay que intenta crear su espacio en el mundo.

Moonlight proviene de una obra de teatro y tiene estos elementos autobiográficos que la hacen parecer un cuajo de la vida y la emotividad del autor, puede presentirse una reflexión concentrada, sensibilidad que se fermenta y destila las imágenes que necesitan los espectadores.

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Chazelle, en contra, hace piezas cinematográficas perfectas. Arrogancia de montajes, fotografía al detalle, composición exacta y sorpresas precipitadas.

Jenkins es la hermosa verdad; Chazelle es la primorosa trampa. Moonlight estremece a todo quien la ve ¿Por qué es más dividida la opinión en La la land?

Porque es película de blancos en un mundo de blancos. Porque hay quien odia a Sebastian (Ryan Gosling) whitesplaineando y mansplaineando el grasoso jazz. Porque hay verdaderos musicales que son (NOTA: linquear contenido chatarra: 46 películas musicales que seguramente deben ser mejores que La la land). Porque Emma Stone debería ser feminista y no es lo suficientemente feminista. Porque me gusta que los mensajes de los filmes me hagan reflexionar.

La la land es espectacular pero no contundente. Ahí está su mejor virtud: La la land ligera, aerodinámica, volátil, a los personajes se los lleva el viento y eso se agradece en una ciudad como Los Angeles, con un calor pesado y agobiante.

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Pero La la land parece no tener conflicto. Un par de tarugos sueñan con triunfar en el arte. Cuando hablan de jazz y cine y teatro, no lo hacen como eruditos; son novatos que suplen con trivia la sustancia que aún no tienen. ¿Por eso no triunfa la obra de teatro de Mia? ¿Por eso Sebastian cede al jazz moderno «sin alma», a cambio de más dinero?

Mia y Sebastian se parecen al estudiante prodigio de batería Andrew Neiman, y también a su patético maestro hijodeputa, Terence Fletcher, los personajes de la película anterior de Chazelle, la vertiginosa Whiplash.

Lo que más me intrigó de ella, es que los músicos nunca disfrutan de tocar el jazz. La autoridad de Fletcher es tal, que la música surge temerosa, agobiada, neurótica. Si el jazz de Sebastian es bobalicón, el de Fletcher está encorsetado en su perfección, sin juego ni alma.

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Cuando ya destruyó la psique de Neiman, Fletcher lo encuentra en un bar, le explica por qué tanta tortura: no quiere que haga un buen trabajo, quiere que sea Louis Armstrong, Charlie Parker, los más exactos, los que desde el manejo inmaculado de sus técnicas logran llegar al alma. Pero Fletcher sabe que nunca conocerá a ese virtuoso. Él mismo es incapaz de reconocerlo. Le falta, justamente, alma.

El baterista Neiman será virtuoso pero nunca tendrá alma. La actriz y escritora Mia será expresiva, hermosa, cándida, emotiva, pero nunca logrará poner en vilo su alma. El jazzista Sebastian tendrá su altar de banquitos y pianos, tampoco alcanzará el alma.

El cine de Chazelle, preciso, efectista, ligero, embaucador, emocionante, virtuoso, nunca logrará tocar el alma.

El director Jenkins de Moonlight sabe qué le ocurre al alma de Chiron y sus demás personajes. Chazelle no. Porque justo ese es el tema de Chazelle: la conquista de la técnica artística, del virtuosismo, sin trascender al misterio del Arte.

Por eso, cuando La la land gana y después no gana, es mucho más fiel a su autor: la gloria no está de su lado, pero hay cierta belleza patética en intentarlo.

Eso dice la mirada de Damien Chazelle. Y como paradoja, es lo más poderoso de sus poética: la crónica de los artistas fervorosos, apasionados, dispuestos a dejar todo para conquistar su arte. Pero que el Arte -como sí pasa con Jenkins- nunca los tocará.

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