Archivos Mensuales: diciembre 2019

Historia de un matrimonio, el divorcio de diseño

historia-de-un-matrimonio-de-noah-baumbach-814892¿Por qué todo mundo está hablando de Historia de un matrimonio, la película de Noah Baumbach que están pasando por Netflix? Perogrullo resuelve el enigma: porque está diseñada para eso.

Por supuesto, lo que quisiera cualquier historia contada, escrita o filmada, es que la llevemos al café y nos dediquemos cuarenta minutos a sacarle la raíz cuadrada, pero ciertas narrativas insidiosas parecen tener diseñadas las escenas, los diálogos, los matices en las actuaciones y el suspenso en los silencios para que sintamos que ahí, y justo ahí, está la revelación que toda la vida habíamos esperado.

Historia de un matrimonio (contemos rápido la sinopsis: trata del divorcio de Charlie, arrogante director de teatro, y Nicole, actriz que acaba de darse cuenta que siempre fue la sombra del esposo, y por ahí está el hijo, y se pelean su custodia, y viajan de Nueva York a Los Angeles con una facilidad digna de toda envidia) equivale a los productos Marvel, que cumplen cuotas de género, diversidad étnica, escenas de lucimiento para Robert Downey Jr, Chris Evans o baby Spider Man; en Historias de un matrimonio están los momentos obligados para satisfacer las necesidades sentimentales de los espectadores: la revelación feminista de la esposa, el no darse cuenta que no se da cuenta del esposo, el discurso empoderado e infografiable de la abogada curtida en divorcios, las estrategias infames de los abogados carroñeros, el enfrentamiento espectacular entre Black Widow y Kylo Ren (que culmina en abrazo gélido de cuento de John Cheever), la caída de veinte de él, mañosamente resuelto con una canción destemplada para no mostrar su casa vacía o la áspera contradicción entre sentirse libre o aceptar lo importante de su vínculo con la exmujer.

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Desde esta escaleta de escenas palomeadas, Historia de un matrimonio es en realidad una película morbosa, que sitúa a los protagonistas como arquetipos de la institución matrimonial en decadencia, para regocijo de la compañía teatral del esposo, de la familia de la esposa, de los abogados de ambos y de los netflixnautas en general. Nicole y Charlie viven entre reflectores para los otros, la sociedad de la película o la sociedad que los observamos; apenas hay un momento en solitario para el respiro y la reflexión de lo que les está ocurriendo; si acaso el breve momento en el que Nicole llora aún en su cama conyugal, o en el que Charlie cura su brazo herido en el suelo de la cocina de su nueva casa, tras haber fracasado en una entrevista con una terrorífica trabajadora social

Esto no hace menos apreciables los desempeños de Scarlett Johansson y Adam Driver, que son, incluso, la apuesta medular de la película. Dos presencias reconocibles y admiradas, que bendito dios les quitaron sus trajes de látex y les hicieron recordar cuando actuaban de verdad, le otorga a Historia de un matrimonio la fascinación (de nuevo: morbosa) que difícilmente habría tenido con otro elenco.  También son espectaculares (y dignas de memes y posts empoderadores) el par de escenas de Laura Dern, el buen tempo cómico de Sandra y Cassie, madre y hermana de Nicole, o mi favorito, el viejo abogado Bert Spitz, que tras cuatro divorcios, con el fracaso y la sabiduría de la edad, acaso suelta las ideas más sensatas de la película.

Lo otro que me gustó fue la impertérrita trabajadora social, a la que le urge su propia serie de terror.

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Quizá lo más importante de Historia de un matrimonio es por qué la estamos viendo, por qué nos conmueve y hablamos de ella: tras su diseño hay una necesidad actual e incómoda: revelar cómo nos estamos situando ante nuestras potenciales parejas y los compromisos que nos piden, en un momento que el individualismo y la sublimación de lo subjetivo nos aleja de todos, incluidos aquellos con quienes compartimos mesa, cama y despensa; cómo nos tiene absortos el existencialismo pop de ser fieles a nosotros mismos, ser congruentes con nuestros imperativos, ser tenaces en nuestras soledades asertivas.

 

 

10 razones para ser fifí

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Todos nos indignamos pero a mí me quedó la duda:

¿Y si esta playera fuera el resumen de la década?

¿Y si aquí se condensara lo que hemos aprendido de infos, lemas, memes, estudios de universidades norteamericanas de prestigio y happy news de portales tan apantallantes como súbitamente desaparecidos?

Y el tema es que todos hemos caído. Que lance el primer disco duro quien no haya guardado la pic de las Diez Formas De Ser Más Creativos, el artículo de los Cinco Pequeños Cambios Que Mejorarán Tu Vida (siempre ponen que dejes de fumar), el ted talk de Los Nueve Consejos De La Gente Exitosa, el pdf de Los Tres Secretos De La Sabiduría Tolteca.

Todos buscan crear al Súper Hombre (por supuesto, también llevamos una década de crear a la Súper Mujer) pero ya no desde los supuestos de Nietzche o las proclamas de los socialismos; la Súper Humanidad reconoce el Buen Café, la Charla Enriquecedora, la Lectura Que Aporta, los Hábitos Sanadores.  Todo semeja una configuración multidisciplinaria ultrasofisticada para superar nuestros límites físicos, cognoscitivos y espirituales. ¿Qué tanto le cabe a tu computadora? En la Plaza de la Computación siempre la puedes escalar. ¿Qué tanto le cabe a tu mente, a tu sensibilidad, a tu capacidad de asombro, a tu asertividad? Tanto como exijan los lemas que te llevan más y más allá. El pago del internet es el limite.

¿Qué tiene que ver todo esto con la ñorita fifí tan orgullosa de su playera y sus consignas de retaguardia? Se ha dicho mucho pero en clave politizada: es una forma de pensamiento egoísta, el contrapunto aberrante a la pretensión de pueblo y comunidad de los nuevos gobiernos, el cinismo privilegiado ante la precariedad de la mayoría.

¿Y no es también lo que nos hemos machacado día y noche, durante una década, desde las redes, en un intento de trascender nuestra modesta medianía?

Fotos poderosas como las del fulano que mató a Abril Pérez Sagaon, pero también como las de la CEO de Nissan, o de los analistas políticos amorosamente cincelado para opinar en los noticieros, o de los broncos influencers que con tres chistes toscos devoran y remueven toda idea que se hubiera reposado. Sin tanto relumbrón, nuestras fotos en los destinos turísticos, en los restaurantes fusión, en los festivales de cine, en las galerías de arte o en las presentaciones de libros, repiten esta fórmula de incansable perfeccionamiento. No vivimos, nos perfeccionamos. Y nos concebimos asertivos (decido trabajar), autosuficientes (satisfago mis necesidades), proactivos (soy ambicioso), impulsivos (lucho por mis metas), preventivos (me levanto temprano), hedonistas (disfruto las cosas buenas), determinantes (soy exigente), líderes (provoco los cambios), autoindulgentes (estoy orgulloso de mí mismo) y maniacodepres  aunque el término esté en desuso (soy feliz) (Cfr El Bromas).

La política, por otro lado, es bastante simple, maniquea y acartonada, y hace de la ñorita fifí de la playera un enemigo perfecto, porque está en la marcha que no debería estar y con unos lentes de diseño que no nos gusta que tenga. Pero si los lemas de su playera los tuviera un estartopero bicicletero gafapastas o una feminista piernitatuada verdimascada, sería fácil reconocernos y admirar este reto tenaz de excelencia (hasta el ritual introspectivo de las cosas simples exige sublimidad) que no permite el menor titubeo: la vida de la década 2010 se ha convertido en una ambición de mejora (talento, deconstrucción, epifanía progre o revelación ancestral) que no está muy distante de aquellas ideas polvosas (en alguna revistas de negocios aún se encuentran ) de calidad total.

Nuestra única diferencia con la ñorita fifí es por quién votó y en qué marcha eligió estar.

Una diferencia personal es que yo difícilmente usaría una playera tan blanca.