¿Recuerdan el cuento de Monterroso del Mono Satírico? Este mono quería caricaturizar a los animales que vivían a su alrededor y decidió asistir a sus fiestas para entender sus comportamientos. Pero se hizo amigo de sus objetos de estudio. Por eso, cuando se decidió a escribir sobre ellos, descubrió que ya no podía decir gran cosa contra las urracas ladronas, ni contra las serpientes oportunistas, ni contra las abejas emprendedoras, ni contra las gallinas promiscuas: conocía tanto a todos, se habían vuelto tan cercanos, que le era imposible afilar pluma y lanzarse a desfacer sus entuertos.
Algo semejante le ha ocurrido al redactor de este polvoriento blog: interesado en describir la condición humana de los 2010 ha querido chacotear sobre:
- La ingenuidad de los estartuperos, que persiguen su sueño tal y como lo aprendieron del Profeta Jobs y como lo refrendan legiones de atalayas del Ted Talk, sabios desde la intuición de sus pantallas táctiles, que relajados e irreverentes han decidido Agregar Valor Al Mundo. Ya me andaba por describir su emoción genuina mientras se lanzan a transformar su realidad, con esa fotos donde rescatan cervatillos y ceramistas de Huatulco, pero sus ojitos brillantes y sus caritas empapadas me parten el alma y prefiero entenderlos, abrazarlos y decirles que todo va a salir bien.
- Luego vino la compulsión feminista, la revolución que deviene dogma para derrotar al heteropatriarcado y de paso traer en finta a los onvres y sus fragilidades; recitar el florilegio de dichos y dichas que neutralizan reparos o disidencias, tengan sentido o no. «Antes de discutir ponte a leer»; «llevas muchos siglos de hablar, ahora escucha»; «harta de verte pontificar desde tu privilegio», «no me hagas mainsplaning»; «cierra las piernas»; «no me hagas gaslighting con la luz de mi desprecio». Y uno se va a la cantina a quedarse callado y sigue la confrontación-deconstrucción en reversa: «¿no piensas decir nada?»; «¿cómo quieres deconstruirte si no dices nada?»; «¿Así se comporta un onvre?». Pero ya engolosinado con el tema recuerdo que el 87.46% de las muchachas con las que quiero chingarme un mezcal andan dándole a temas semejantes, de modo que hay que entrarle con paciencia a la autoexploración micromachista y entender cómo se le hace ahora para dejarse querer.
- Acogotan mucho más los columnistas académicos, Politólogo, Financiólogo, Opinólogo made in CIDE, y su fatuidad omnisapiente con la que retrucan cualquier aseveración del vulgo -el hombre de a pie, se dice, condescendiente-. y aseguran que la Universidad de Stanford puso a pelear a cinco micos contra cinco cuyos y tras haberse masacrado (y antes de que llegara Greenpeace a protestar), descubrieron que de verdad no nos está llevando la chingada, que la resiliencia permite aguantar más chingadazos, los gasolinazos de hoy, los desempleos de mañana, las jetas rozagantes de Macri y Peña Nieto, las pretensiones de poder de Magdalena Zavala o Ricardo Anaya.
- Pero quienes más conflictúan son los sitios que se han chupado lo mejor del talento de los blogueros veteranos para transformarlos en aburridos redactores de listas: «27 Lugares Que Debes Conocer Antes De Llegar Al Climaterio», «17 Comidas A Las Que Debes Ponerle Salsa Valentina», «Por Qué Es Mejor Casarse Con Una Autoviuda»; compilado de ocurrencias que buscan que la gente ría, llore, aplauda y realice el acto más importante del ser humano del siglo XXI, aquél que les da trascendencia y los convierte en hombres y mujeres de su tiempo: el acto autónomo y emancipador de dar un click.
Quienes usamos redes sociales y ya aprendimos a ponerles filtros a nuestra papadas, estamos debidamente condicionados por impulsos emocionales elementales. Nos sentimos abatidos, fervorosos,esperanzados o acomplejados por el cúmulo de deberes que se nos inculcan desde las listas, los consejos y las advertencias del contenido basura, consecuencia alborozada de aquella apuesta ingenua que fue el viejo blog. En ellos buscábamos generar lazos genuinos antes de que se llamara engagement; pretendíamos ostentar inteligencia, sensibilidad o empatía, porque en el fondo (no nos hagamos) queríamos tomar cervezas con alguien, tener sexo con otro alguien o debrayar ideas absurdas con algún alguien más; después, los sitios con SEO convirtieron nuestra miseria humana en señuelos aspiracionales para que el cliente suelte el cheque. Antes había comunicaciones imprecisas, contradictorias, que también improvisaban ideas, divagaciones, intuiciones; ahora se han transformado en dos renglones de redacción inocua para que el seguidor orgánico pueda leer mientras se balancea en la ruta del metrobus, para boicotear la productividad en la oficina, para paliar las mañanas desesperadas del ama de casa moderna; cápsulas de procrastinación para enfermos de desidia, clickeadores abúlicos que canjearon lo incómodo de las especulaciones por un sistema de promesas (buen sexo, inteligencia cautivadora, compañía amable, menú sorprendente en un destino de ensueño).
Ahí es donde este mono satírico se ha quedado boquiabierto y cariacontecido, sabe que su blog adolece del arte de la síntesis o de una red de relachonchips que lo lleven a pasear en globo, tampoco le salen muy bien las listas para mejorar la vida en pareja (en realidad es muy malo para tener vida en pareja), ni hace análisis con datos tan comprobados como comprobables, de los que se pergeñan en una moleskine (también por eso no se ha comprado ninguna moleskine). Sólo sabe insistir en dos que tres necedades: consignar lo que su jugo gástrico o la comezón de sus pies le urgen: los cánones de belleza requeridos para poder pedir un late chai deslactosado, el miedo al vecino que cobra el mantenimiento o a la insidiosa gentrificación que se cierne alrededor.
Como el de Monterroso, este mono satírico también se ha ido volviendo aburrido en su estupor. Su única salida sería buscar tutoriales para dedicarse a la Mística y el Amor. Capaz regresa cuando se acerque el centenario de Rulfo. Arremeterá contra herederos y autoridades con saña rencorosa, candorosa, como si se le fuera la vida en ello.